martes, 20 de marzo de 2018

Cuidado con los transgénicos (OMGs)

Los alimentos transgénicos u organismos modificados genéticamente (OMGs) son productos en cuya cadena genética se han introducido ciertas modificaciones que los hacen más rentables para la industria alimentaria porque se vuelven resistentes a las plagas e, incluso, a los herbicidas y pesticidas. La Biotecnología es la rama científica que se encarga de la modificación genética de las especies.
Las grandes multinacionales invierten elevadas sumas de dinero en los laboratorios de biotecnología con el deseo de aumentar su abultada cuenta de resultados patentando impunemente la biodiversidad del Planeta.
Sin embargo, el alcance real de estas modificaciones genéticas son desconocidas por el gran público que suele ignorar la presencia de las mismas en la cesta de la compra. En la Unión Europea es obligatorio que figure la presencia de los OMGs en el etiquetado del producto avisando de que contiene ingredientes modificados genéticamente, aunque no todo lo que contiene un producto es considerado ingrediente, de manera que según la legislación ciertos componentes del producto no tienen la consideración de "ingrediente" y están, por tanto, excluidos del reglamento general del etiquetado, es decir, no podemos saber si son transgénicos:
-Auxiliares tecnológicos
-Aditivos de transferencia (aditivos procedentes de ingredientes, siempre que no cumplan una función tecnológica en el producto final).
 -Los Soportes de aditivos y aromas
 -Los Disolventes de extracción.

La realidad es que no hay mucho interés en que podamos saber si lo que ingerimos es natural al 100% o procede, en todo o en parte, de la moderna experimentación genética. Saber cosas como si el tomate que comemos lleva genes de lenguado, o el aroma de las fresas es aroma propio de esa especie o es artificial, por ejemplo. De modo que no es de extrañar que las alergias e intolerancias se estén disparando en todo el mundo y las nuevas generaciones tengan muchos más problemas que sus padres y abuelos por lo tanto.
        Los alimentos más alterados son el maíz, la soja, la remolacha azucarera y la colza, aunque también algunas plantas, en principio no comestibles, como el algodón del que ya se extrae aceite para uso alimentario.
       Para mantener el tiroides con un buen funcionamiento he comprobado que es muy importante evitar el consumo de maíz y soja transgénicos, así como de sus derivados. El maíz y la soja fueron alimentos tradicionales y básicos durante cientos de años hasta que han sido elegidos por la industria alimentaria para la producción a gran escala y a bajo precio de "alimento". Las semillas transgénicas suelen estar diseñadas para aguantar los herbicidas como el glifosato mientras cualquier otra planta, que entre en contacto con él. muere.
La indefensión de los consumidores ante la experimentación y la modificación de la naturaleza, sin estudios que puedan avalar la inocuidad de estos productos a largo plazo, es total. Es necesario conocer lo que comemos, no basta con que se nos asegure que los transgénicos son inofensivos, tendrían que demostrarlo pero es más fácil patentar los nuevos productos y advertir de su presencia de forma opaca y con letra minúscula en el etiquetado, todo con el fin de que el negocio sea redondo.

Recomiendo consultar la normativa europea sobre el etiquetado de transgénicos y en especial el anexo III (curiosamente en inglés mientras el resto está en español) sobre los derivados del maíz y la soja para comprobar el empleo masivo que está haciendo la industria alimentaria de estos dos productos:
Guía de aplicación sobre las exigencias del etiquetado de alimentos y piensos transgénicos


Para quien quiera saber más, recomiendo ver también  un impactante documental sobre los transgénicos y los turbios manejos de las grandes multinacionales que están lucrándose a costa de la alimentación.

Ver documental: El futuro de la comida



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